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La red no es la solución pero no hay solución sin redes

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Avanzamos de manera imparable hacia un mundo que se abastecerá con energía 100% renovable. WWF lanzó una ambiciosa hoja de ruta en ese sentido a comienzos de 2011 y algunas de sus ‘premoniciones’ ya se están cumpliendo.

Unos meses antes, a mediados de 2010, Europa fijó otra hoja de ruta para conseguir ser en 2050 una economía competitiva basada en un sector eléctrico sin emisiones de CO2. Y las estadísticas de Eurostat ya señalan indicios en la mayor parte de los Estados Miembros.

Ambos informes se caracterizan por su potente base técnica y económica, y por la relevancia que tienen y tendrán las grandes redes de transmisión en las décadas que nos separan del mundo que nos dejaron nuestros padres y tíos del mundo que nuestros hijos y sobrinos dejarán a la siguiente generación.

Apenas 6 años después de ambas hojas de ruta, estamos en plena transición, de una sociedad dependiente del petróleo a otra libre de emisiones contaminantes.

Para poder transformar nuestra economía, necesitamos una transición energética previa. La tercera revolución industrial debe ser silenciosa y ordenada. Lo contrario sería poner en riesgo la seguridad de suministro y la calidad de nuestro abastecimiento; algo para lo que hemos necesitado casi un siglo entero. Debemos construir sobre los logros del pasado y del presente; transmitir ese legado y convencer con el ejemplo a los que vienen detrás.

La eólica marina de varios centenares de MWs es hija de los parques eólicos terrestres; y éstos, a su vez, de los pequeños molinos instalados en las laderas de las montañas. Las placas fotovoltaicas del autoconsumo doméstico son hijas de las huertas solares; y éstas, a su vez, descendientes de las instalaciones en cubiertas industriales.

De manera análoga, las grandes redes trans-europeas son descendientes de las redes de distribución; y ambas, son necesarias en la evolución hacia las redes inteligentes y las micro-redes municipales y de distrito.

Actualmente, en Europa, tenemos potencia renovable instalada muy superior a la suma de las potencias punta de todos los Estados Miembros. Pero aún no somos capaces de cubrir ni siquiera una hora del consumo eléctrico en Europa con recursos 100% renovables. Para ser más renovables cada año, necesitamos todavía apoyo y respaldo de tecnologías térmicas convencionales. Para compartir la electricidad producida con fuentes renovables -incluso más allá de las fronteras de Europa-, necesitamos un mercado europeo único. Y para ello, necesitamos más red en tres dimensiones:

  1. Interconexiones internacionales y refuerzos de las mismas, a nivel nacional. Tanto el TYNDP de ENTSO-e como el informe de Greenpeace “powE[R] 2030” nos muestran el camino. ¿Podríamos pensar en que el TYNDP de 2018 pase por RGI, antes de ser elevado a la Comisión Europea, con los inputs de ENTSO-e y con un grupo de trabajo mixto ONGs y TSOs?
  2. Un Sistema Eléctrico Europeo Único, basado en la colaboración y la coordinación de los distintos gestores de redes regionales. Las infraestructuras, actuales y futuras, necesitan ser operadas de manera óptima, para garantizar un suministro de calidad, a mínimo coste y con la máxima penetración de las renovables. El mejor ejemplo, lo que está ocurriendo en España en 2016: sin nuevas inversiones en renovables, con el autoconsumo bloqueado y con apenas nuevas líneas de transmisión, gracias a la nueva regulación de los ‘servicios auxiliares’, las renovables están reduciendo a la mitad el coste de los servicios del operador del sistema español, desplazando incluso a los ciclos combinados. Las renovables, también resuelven restricciones.
  3. Un mercado eléctrico diseñado para facilitar la integración de las renovables. Aún existen países y regiones en las que las reglas del mercado son muy complejas y diseñadas ‘ad hoc’ para las centrales convencionales. Necesitamos simplicidad y flexibilidad, también en los mercados mayoristas y en la fijación de los peajes minoristas para que las renovables superen barreras artificiales y los consumidores se libren de ineficiencias obsoletas.

Venimos de años sin grupos de trabajo, sin reuniones del Consejo Consultivo de la CNMC, de asociaciones cada vez más específicas de lo suyo, de «ordeno y mando» sin análisis conjunto previo. El fruto de eso: regulación desestructurada, parches, demandas internacionales, todos contra todos… RGI une comunidades internacionales tan diversas como TSOs y ONGs. Abriendo camino con el ejemplo.

La mejor manera de llegar más lejos es ir juntos. El mundo no se acaba en 2050 y la senda que construyamos para llegar a ese horizonte, sin CO2, debe servir de base para construir objetivos más ambiciosos para los siguientes 50 años.

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