Nadie ha aplaudido la reforma energética aprobada por el Gobierno el pasado mes de julio en forma de paquete normativo de más de setecientos cincuenta folios distribuidos entre un proyecto de ley, un real decreto ley y otra decena de normas de distinto rango. El sector convencional ha lamentado el recorte de la retribución de algunas de sus actividades elevando el tono de sus quejas para guardar las apariencias puesto que esos recortes son asumibles perfectamente para el altísimo nivel de beneficios que las empresas del sector eléctrico vienen recogiendo pese a la crisis y a la caída de la demanda. En cualquier caso nada que ver con lo que supone para las energías renovables esta reforma que va a llevar a la quiebra a buena parte del sector.
En un primer momento uno tiene la tentación de hablar de error, elevar el tono y utilizar el manido tópico de “error histórico”. El problema es que no se trata de una equivocación, de una torpeza, en la que por azar o por desconocimiento se ha elegido una determinada opción, que finalmente resulta que no era la idónea. No, en este sentido no hay error. Este paquete va a conseguir lo que se pretendía y no se decía: desmontar las renovables en nuestro país. Y es obvio que no va a conseguir lo que se decía que se pretendía: acabar con el déficit de tarifa.
No hay error porque hace mucho tiempo que en el Partido Popular se asumió la tesis de que “esto de las renovables es un invento de Zapatero” y, por lo tanto, digno de ser desmantelado. Y aquí sí que hay un error puesto que el principal impulso normativo a las renovables en este país se aprobó en los ocho años de gobierno del partido que ahora las demoniza. Álvaro Nadal, jefe de la Oficina Económica de Presidencia, ha sido estos años el mentor de esa idea y no dudó en imponer a su hermano al lado de Soria para actuar en consecuencia.
No se reconocen los retos a los que se enfrenta la energía en España como la tasa de dependencia más elevada de nuestro entorno, sus implicaciones en la balanza comercial o la necesaria reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero en nuestro mix energético. No se reconocen tampoco los beneficios socioeconómicos de la apuesta por las renovables, desde la creación de empleo al liderazgo tecnológico y, por supuesto, se desprecia el ahorro como primer elemento de una política energética.
No, la opción de este gobierno –y la veleidad del anterior en su segunda legislatura– es no solo mantener el sistema convencional, sino reforzarlo con una involución normativa; perpetuar la falta de competencia; auxiliar a las grandes corporaciones en sus tremendos errores estratégicos, como la puesta en marcha de 27.000 MW de ciclos combinados; expulsar a los nuevos agentes que habían entrado en el mercado de la generación: y, finalmente, impedir que los ciudadanos participen en el mismo con la normativa del autoconsumo más restrictiva del mundo.
No puede, en efecto, hablarse de un simple error, porque este paquete normativo es la conclusión de cinco años de ataque sistemático a las renovables, ofensiva que se iniciaba en abril de 2009 con el RDL 6/2009 creando el Registro de Pre Asignación que supuso un primer parón en el desarrollo renovable. Ya habían surgido desde el sector convencional las primeras quejas porque los ciclos combinados (que nadie les obligó a poner en marcha) no tenían el hueco en el mix que sus propietarios esperaban. El crecimiento de las renovables y la reducción de la demanda por la crisis estaban no solo deteniendo el crecimiento de la cuota del gas en el sistema eléctrico sino que se empezaba a reducir tras alcanzar su máximo en 2008, 37,7%, descenso que ha llegado hasta el 14,1% en 2012.
Si este es el origen del desmantelamiento de las renovables la excusa ha sido el déficit de tarifa, un problema real y grave pero que no es achacable a las primas a las energías renovables como se ha venido argumentando. Basta recordar que en el año 2005, el déficit de tarifa fue de 4.008 M€ y las primas al Régimen Especial 1.246 M€, de los cuales menos de 900 M€ fueron de las renovables y solo 14 M€ de la fotovoltaica a la que ahora se culpabiliza de todos los males del sistema. ¿Qué ocurre? ¿Los factores que causaron ese déficit cuando las primas eran insignificantes ya no existen? No, la respuesta es que se ha aprovechado el incremento de las primas para señalarlas como responsables de ese agujero contable de nuestro sistema.
Lo peor es que, además de llevar a la ruina a buena parte del sector renovable, esta reforma no va a acabar con el déficit de tarifa y dentro de tres meses estaremos hablando de nuevas medidas, entre otras cosas porque Soria cuenta con una aportación de los Presupuestos Generales del Estado que Montoro no está dispuesto a conceder porque le vigila de cerca Olli Rehn.
No, el error no es el paquete normativo en sí siendo como es un verdadero disparate. Es algo más. El error es el planteamiento de partida que niega el cambio de modelo energético en el que cada día se implican más los países de nuestro entorno para perpetuar un sistema que beneficia solo a las empresas del sector eléctrico. Ganan unos pocos, pierde la sociedad.