Vivimos deprisa, sin tiempo para discernir lo anecdótico de lo sustancial. Nos sometemos a una avalancha informativa entre la que no es fácil distinguir los intereses empresariales que frecuentemente están detrás de cada noticia.
El sector energético vive en la actualidad uno de esos momentos históricos, caracterizado porque, gracias a un enorme esfuerzo tecnológico desarrollado durante decenas de años, por primera vez hemos sido capaces de conseguir que las fuentes de energía renovables puedan competir con las convencionales en numerosos escenarios sin necesidad de considerar su arrollador balance de externalidades. Esto es, de costes no considerados en el precio.
Solo pensar en una de las externalidades: los efectos bélicos asociados frecuentemente al control de los hidrocarburos, me lleva a recordar a Sorolla, motivación del título de este artículo, para preguntarme si incluso a precios superiores aún hay quien pueda decir que las renovables sean caras.
Desafortunadamente, este tipo de argumentos son, en una sociedad como la nuestra, insuficientes para convencer a la población –y por ende a sus políticos– de la necesidad imperiosa de cambiar a un modelo energético en el que las renovables sean protagonistas; pero he aquí que, como digo, ya no es necesario. Estamos de enhorabuena, ahora podemos poner números encima de la mesa para demostrar que, incluso restringiendo nuestro análisis a los precios, las renovables son vencedoras.
Las centrales de gas
Demostrémoslo para el caso de la energía eléctrica en España.
Aparte de renovables y de cogeneración, en los últimos quince años solo se han construido centrales de gas, técnicamente denominadas ciclos combinados. Y no pocas: de ninguna en 2001 se ha pasado a cerca de un 25% del total de la potencia instalada en el país en 2012.
Sus promotores –las eléctricas tradicionales– se han hartado de publicitar sus bondades: mayor eficiencia en la transformación de energía, menor contaminación que las centrales de carbón, alta flexibilidad para adaptar su funcionamiento a las condiciones de la demanda… Podemos decir, por tanto, que son el Rolls-Royce de la generación eléctrica.
Lamentablemente es difícil saber lo que nos cuesta cada MWh producido por estas centrales, por la sencilla razón de que la regulación española no impone a ningún organismo su publicación (nótese la diferencia con las renovables, cuyos costes, por tecnología y año de puesta en servicio son publicados todos los meses por la Comisión Nacional de Energía).
Pero he aquí que nuevamente estamos de enhorabuena: a raíz de un informe de la propia CNE de diciembre de 2012 sobre pagos por capacidad, esto es, sobre pagos a las centrales aunque no produzcan energía, hemos podido saber, si no lo que tendrían que ingresar para ganar dinero, sí al menos los costes que es necesario cubrir para que las centrales de gas no lo pierdan. Eso sí, nos tenemos que conformar con un gráfico, el siguiente, copiado de la página 12. Seguramente la publicación de números exactos habría resultado demasiado aventurada.
Pues bien, ahora solo tenemos que acudir al informe sobre el sistema eléctrico español correspondiente al año 2012 publicado por Red Eléctrica de España para transformar los valores anteriores, referidos a potencia instalada (MW), en costes por energía (MWh) producida.
En efecto, basta multiplicar los costes por MW aportados por la CNE por la potencia instalada y dividir el resultado por la energía producida para obtener el coste por MWh. Es lo que hago en la tabla siguiente, aprovechando para dividir producción entre potencia y obtener así las horas anuales equivalentes de funcionamiento de las centrales.
Los resultados son claros: el coste medio por MWh producido en el último año por las centrales de gas es de 98 €/MWh, habiendo llegado a los 100 un año antes. Incluso en años como 2008 con mucha mayor utilización de estas centrales –verdadero problema del sector intencionadamente ignorado por gran parte de la opinión pública– el coste no bajó en ningún momento de 70 €/MWh.
Las renovables
Pasemos a las renovables. El nuevo sistema ideado en julio de 2013 por el Gobierno impide conocer de forma inmediata el precio que se asigna a este tipo de instalaciones, porque ha desaparecido el concepto de pago por inyección, esto es, de precio fijo por cada MWh producido y se ha sustituido por un sistema bastante complejo –y, en consecuencia, mucho más opaco– que básicamente consiste en un pago fijo por potencia instalada (denominado retribución a la inversión, similar a los pagos por capacidad) que se suma a la retribución propia del mercado mayorista sometida ésta a unos límites inferior y superior.
El Gobierno, por el momento, no contempla que se hagan nuevas renovables en la Península –lo reserva para casos excepcionales, típicamente impuestos por la Unión Europea– pero, a tenor de que el coste de generación convencional es varias veces superior en las islas, sí ha propuesto en agosto de 2013 los parámetros retributivos máximos –para ser beneficiario de ellos hay que ganar un concurso y ofertar por debajo– para las nuevas instalaciones eólicas y fotovoltaicas a construir en las islas.
La propuesta figura a continuación y está referenciada a una retribución “complementaria” por mercado mínima de 42 y máxima de 54 €/MWh. Esto es, un promedio de 48 €/MWh.
Me centraré, por ser el sistema de costes más próximos al de la Península, en el caso de las instalaciones eólicas y fotovoltaicas de tipo II (suelo) en Mallorca-Menorca.
Empezando por la eólica, tenemos una retribución a la inversión de 49.231 €/MW. Si suponemos unas 2.500 horas equivalentes de funcionamiento (valor estándar de mercado) esto equivale a unos 20 €/MWh que sumados a los 48 €/MWh de mercado nos dan unos ingresos totales de 68 €/MWh.
Es decir, el Gobierno considera que los nuevos parques eólicos serían rentables hoy percibiendo unos ingresos medios inferiores a los costes actuales de las centrales de gas.
El caso de la fotovoltaica, tachada de inmadura por alguna eléctrica que no cuenta entre sus activos con plantas de esta tecnología, es aún más paradigmático: 16.378 €/MW que divididos entre las 1.700 horas equivalentes promedio de las instalaciones de la tecnología en Baleares nos da menos de 10 €/MWh, que sumados a los 48 €/MWh del mercado resultan menos de 58 €/MWh.
Es decir, el Gobierno reconoce que el coste de la fotovoltaica hoy es al menos un 40% más barato que el gas y aún sigue considerando que las nuevas instalaciones solares deben ser excepcionales.
Y subrayo hoy. Porque la fotovoltaica ha reducido sus costes un 80% en los últimos diez años mientras que el crudo Brent (muy relacionado con el precio del gas en Europa) ha escalado cerca de un 400% en el mismo período. Los análisis a futuro de costes son tan abrumadores que no necesitan ni hoja de cálculo.
No me resisto a detenerme, para concluir, en la comparación de pagos fijos a unas y otras tecnologías. Como puede comprobarse en el informe de la CNE citado anteriormente, durante el año 2012, las centrales de gas han cobrado en concepto de pagos por capacidad, esto es, antes de empezar a generar ni un solo MWh, cerca de 30.000 €/MW. Los pagos fijos que el Gobierno propone ahora para la fotovoltaica son cerca de la mitad. Para el resto de retribución, ambas deberán ir al mismo mercado. Solo que la solar no podrá participar en los servicios de ajuste del sistema que proporcionan relevantes ingresos adicionales a las centrales de gas.
El hecho es más que paradójico en la medida en que las centrales de gas tienen un componente variable en sus costes muy relevante (tanto mayor cuanto mayor es su funcionamiento); mientras que las centrales solares prácticamente no tienen costes variables (el sol, por el momento, es gratis). Una muestra mal de lo desafortunado del nuevo sistema retributivo propuesto por el Gobierno que, en lugar de diseñarse para tratar a cada tecnología según sus costes, fuerza a las renovables a participar en un sistema diseñado para las fósiles.
¿Aún crees que las renovables son caras?