Las Naciones Unidas celebran en Bakú, Azerbayán, la 29º Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, popularmente conocida como cumbre del clima o COP29. Entre el 11 y 22 de noviembre, los representantes de cerca de 200 países retomaran las negociaciones climáticas y tratarán de avanzar acuerdos que permitan mitigar el calentamiento acelerado del planeta e impulsar, a escala global, medidas de adaptación y financiación.
Esta cumbre resultará clave para conseguir reevaluar los progresos de los países en el cumplimiento del Acuerdo de París (2015) para mantener la subida global de temperatura por debajo del umbral de 1,5ºC. No obstante, si por algo destaca este evento político es por el enfoque de justicia global. La COP 29 ya es conocida como la cumbre económica, ya que los asuntos de financiación van a resultar esenciales en la mayoría de los plenarios de Bakú.
Financiación
En las dos últimas cumbres climáticas, la financiación para que los países desarrollados puedan adaptar sus economías a la coyuntura de cambio climático ya resultó esencial. Ahora, en este encuentro, se ha marcado como objetivo elevar los fondos económicos que los países ricos –los que históricamente más CO2 han emitido y más han contribuido al cambio climático– aportan a las naciones más afectadas por el calentamiento global y las más empobrecidas.
Las delegaciones de países en desarrollo quieren, además, que los compromisos económicos se concreten. Dicho de otro modo, las negociaciones deberán esclarecer cómo se va a pagar, en qué plazos y a qué se destinarán los fondos. A ello se añade un reclamo histórico de los representantes del Sur Global: la creación de un fondo de «pérdidas y daños» que vaya más allá de financiación para la adaptación. De esta forma, los Gobiernos de estados desarrollados aportarían financiación para que los países en desarrollo puedan afrontar y reparar el estropicio generado por catástrofes climáticas.
De una forma resumida, países cómo EEUU o la propia UE deberán aportar dinero para que, por ejemplo, los países del Cuerno de África puedan sufragar las pérdidas generadas por la sequía, o para que estados del sudeste asiático puedan recuperar sus economías tras sufrir monzones cada vez más intensos.
Combustibles fósiles
En paralelo, se mantendrán los debates sobre el fin de los combustibles fósiles. En las últimas cumbres ha habido algunos avances ya que, por paradójico que pueda parecer, en la cumbre de Glasgow (2021) se logró incluir, por primera vez en la historia, una mención explícita a la necesidad de dejar de quemar carbón, gas y petróleo.
Mantener ese compromiso siempre es complicado, ya que países con una elevada dependencia de los combustibles fósiles presionan para que el texto de acuerdo final tenga un lenguaje ambiguo y descafeinado que les permita seguir quemando combustibles fósiles. En Bakú, como ya ocurrió en las negociaciones de la COP28 de Dubái, las presiones van a ser fuertes, ya que el país anfitrión, encargado de orquestar el calendario y ritmo de negociaciones, tiene una economía con una elevada dependencia del petróleo y del gas.
Metano
En la COP29 se mantendrán las negociaciones en torno a las fugas y emisiones de metano, un gas que ha pasado desapercibido en la mayoría de las negociaciones climáticas, a pesar de poseer un potencial de calentamiento hasta 25 veces superior al del CO2.
Desde Fundación Renovables reclamamos medidas concretas para que estas emisiones se tengan en cuenta y pedimos que España y la Unión Europea mantengan una posición de liderazgo. En la COP26 de Glasgow se consiguió que más de 100 países firmaran un acuerdo para reducir un 30% sus emisiones de cara a 2030, sin embargo, ese objetivo parece muy alejado de la realidad. Esta cumbre debería servir para hablar de cómo se va a llegar a ese porcentaje de reducción.