El descenso de los costes de las tecnologías de aprovechamiento de las energías renovables que se ha venido produciendo en los últimos 10 años es la consecuencia de la reducción de los costes de generación de energía eléctrica en países tan diferentes como Estados Unidos, México, Chile, Perú, Sudáfrica, Dubái, Marruecos o India, más un largo etcétera.
Todos estos países han adoptado como sistema de reducción de precios la utilización de mecanismos de subasta de energía, con procedimientos de mercado transparentes y específicamente diseñadas para que puedan competir las distintas iniciativas de inversión, con todos los grados de libertad de mercado.
El resultado de las subastas ha supuesto, en todos los casos, la ratificación de que las energías renovables están ya preparadas para generar energía eléctrica a precios competitivos mediante modelos de mercado, frente a las centrales de generación que utilizan combustibles convencionales, sin considerar los efectos perversos de carácter medioambiental.
A pesar de que en nuestro país la apuesta por las energías renovables ha sido inexistente por parte del Gobierno actual, la exigencia de cumplimiento de nuestros compromisos vinculantes con la Unión Europea de alcanzar con energías renovables, al menos un 20% de la demanda final de energía en el año 2020, obligó a poner en marcha, en enero de este año, la primera subasta de instalación de potencia renovable. El resultado de la subasta, como consecuencia del diseño erróneo realizado, al tener que seguir las premisas que la reforma eléctrica del 2013, que obligaba a apoyar a las energías renovables en función de la potencia instalada y no en función de la energía, ha sido nefasto, existiendo, además, dudas sobre la ejecución de la potencia que fue asignada.
En los últimos días se están generando rumores sobre la posibilidad de que se pueda llevar a cabo, antes de fin de año, una nueva subasta para la instalación de más potencia renovable, noticia que, aunque positiva, en el fondo habrá que poner en tela de juicio si nos atenemos a que no existe necesidad de propaganda electoral como la había en la subasta anterior, salvo que los dirigentes del Ministerio de Industria y Energía estén pensando en unas terceras elecciones.
No es mi objetivo elucubrar sobre la veracidad o no del rumor extendido, sino analizar cuáles deberían ser las bases para que las subastas que se realicen, absolutamente necesarias si queremos reducir el precio de la electricidad y cumplir nuestros compromisos comunitarios, sean operativas y reflejen, bajo condiciones de mercado y de transparencia, la positiva realidad que las energías renovables tienen.
La base del lanzamiento de un procedimiento de subasta de contratación de energía eléctrica a precio firme debería ser fruto de un trabajo previo de planificación energética, desarrollado por el Gobierno, mediante un proceso de diálogo abierto con los distintos agentes económicos y sociales, realidad que en España hace mucho tiempo que no se produce, porque si algo ha brillado por su ausencia ha sido el diálogo y la transparencia.
Pero supongamos que la Planificación Estratégica del año 2013 que desarrolló el Gobierno y que reconocía la necesidad de instalar 8.500 MW de tecnologías renovables hasta 2020 estuviera en vigor. Según el desglose establecido de 6.473 MW en eólica, 1.370 en fotovoltaica (potencia incomprensiblemente baja, según mi opinión, a tenor de sus posibilidades y de nuestras necesidades de generación diurna y estacional), necesitaríamos que las subastas se desarrollasen de forma efectiva con el fin de obtener el compromiso de suministro a largo plazo en condiciones económicas atractivas, situación que requiere no solo un diseño adecuado de las mismas, abandonando el modelo de la realizada en enero de este año, sino, sobre todo, que incorporasen garantías básicas de transparencia y seguridad jurídica.
Las condiciones básicas que esta subasta debería tener podrían resumirse de la siguiente forma:
- Que lo que se subaste sea la oferta de un precio por kWh para un volumen de energía con una programación preestablecida durante un periodo de tiempo suficientemente largo para conseguir reducir el precio, abandonando la idea de una subasta según inversión ofertada, que lo único que consigue es considerar a las energías renovables no como activos de generación sino como activos financieros, con el consiguiente atractivo para fondos de inversión que descuentan la seguridad del pago frente a la eficiencia de funcionamiento.
- Que el precio cerrado (el que percibirá el promotor) para cada oferta sea el que ofertó en su momento y no el precio mayor que cerró la subasta, es decir que no sea marginalista como es, por ejemplo, la fijación del precio diario mayorista de electricidad en nuestro país. Reduciríamos no solo sobrecostes sino también prácticas como las de la última subasta que se ofertó a cero para resultar ganador, pensando que se aplicaría a todos el precio de corte en el cierre, obviamente superior al ofertado. El problema fue que hubo muchos que ofertaron a inversión cero que es el precio que quedó como resultante. Reírse por no llorar.
- Que la subasta sea específica para cada tecnología con el fin de alcanzar el mix deseado y que se disponga de un calendario conocido de las subastas sucesivas que permita, por el conocimiento del mercado futuro, recuperar el sector industrial perdido.
- Que se establezcan ajustes para favorecer aquellos proyectos de menor tamaño que, por su conexión cerca del punto de consumo, suponen menos pérdidas para el sistema eléctrico y hacen que los ofertantes sean más diversos y no tan concentrados.
- Que se exija la presentación de proyectos reales con el fin de garantizar la ejecución de los mismos, poder programar sus efectos en el sistema y diseñar las próximas subastas.
La definición y el diseño de la formulación de las subastas están más que estudiados y se dispone de experiencia internacional y de grupos de trabajo dentro de la Unión Europea para que se realicen con todas las garantías. Solo falta amplitud de miras para pensar que en este campo España tiene mucho que aprender tanto de nuestros errores pasados como del éxito de los demás.
Las energías renovables permiten hoy día una reducción de costes en la generación de energía eléctrica incluyendo las ventajas inherentes a las energías limpias y autóctonas. Su desarrollo solo dependerá de si miramos hacia el futuro y el bien común de todos o miramos, como hasta ahora, hacia el pasado y el bien de unos pocos.