El fracking: un castillo de naipes marcados

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1.- El factor tiempo

Son legión los analistas avezados en el mercadeo internacional de los hidrocarburos, capaces de manejar en tiempo real un flujo de datos que es mucho mayor que el del crudo que se extrae de las entrañas de la tierra. Pero son cada día más las personas que saben distinguir entre información y propaganda, y cada vez resulta más difícil esconder bajo apariencias de honestidad algunos de los negocios que hacen su agosto en el siempre abonado terreno de la especulación; el éxito de una estafa piramidal será tanto mayor cuanto más tiempo sea posible mantener la ficción de negocio rentable, y el tiempo es precisamente lo que se le está acabando a la última burbuja gestada en Wall Street, el fracking,

Toda actividad económica legal tiene su lado oscuro. Quizás porque aún no hemos salido de la crisis que germinó en la burbuja inmobiliaria, y porque España ha sido el paraíso por excelencia de la especulación con el ladrillo, el de la vivienda puede ser el ejemplo que nos ayude a discernir con meridiana claridad lo que está sucediendo ahora con la burbuja de los llamados hidrocarburos no convencionales. Y al igual que las subprime no vinieron de París, sino del parqué de la Gran Manzana, el del fracking no es un mercado de gas o petróleo no convencionales sino un burdo negocio más, vinculado al circuito financiero del papel.

Las grandes fortunas que florecieron y se marchitaron a la sombra del sector que fue icono del crecimiento en nuestro país (el inmobiliario), no fueron fruto de los beneficios generados en la venta de viviendas de ladrillo, sino en el de las transacciones de casas de papel, más aún, en el de los trapicheos con hectáreas de papel sobre las que hipotéticamente se construirían los edificios a los cuales ya se les había adjudicado el valor que el monopoly quisiera darles en el momento. Y ello fue posible gracias a que, entre la Ley del Suelo de 1997 y la explosión de la burbuja diez años después, medió el tiempo suficiente como para que toda una sociedad nos convirtiésemos en agentes inmobiliarios, esto es en cómplices de la gran estafa, voluntariamente unos, e involuntariamente los más; pero la vivienda dejó de ser un derecho para convertirse no ya en una mercancía, sino en un rentable producto financiero. Y cuando se descorrió el telón del gran solar España, donde millones de viviendas construidas cada año durante décadas serían disputadas por compradores hasta el infinito, nos encontramos un escenario de cartón piedra en el que nada era lo que aparentaba ser.

2.- El factor Gobierno

Para que una estafa piramidal adquiera la condición de burbuja económica, es preciso que todo el movimiento especulativo tenga como base algún factor sistémico para la economía de un país. La vivienda o la energía lo son, como lo es también el agua. Precisamente por esa condición de pilares básicos de la estructura económica y productiva, son sectores especialmente regulados y, por tanto, sujetos a las limitaciones que los Gobiernos marcan en pro del interés general. Habría sido prácticamente imposible que la burbuja inmobiliaria alcanzase en nuestro país la dimensión crítica que ha hecho tambalearse al sistema bancario, sin contar con la complicidad activa del Gobierno, traducida en la nefasta Ley del Suelo Aznar que convirtió a todo el país, de la noche a la mañana, en un inmenso solar edificable.

Fue precisamente la credibilidad que la ciudadanía otorga a sus gobiernos, la patente de corso que utilizaron los grandes especuladores del ladrillo para convencer a todo un país de que el milagro económico había llegado de la mano del todo urbanizable, y que sus muníficos efectos se prolongarían hasta el último centímetro del suelo patrio. Sin la bula gubernativa aquello no hubiese sido posible.

Hoy asistimos de nuevo a otra gran ceremonia de la confusión, en este caso con el Gobierno Rajoy como oficiante. En manos del Ejecutivo está la competencia de la planificación energética, razón por la cual es el Estado quien se arroga la capacidad de regular, casi en su integridad, todos los actos administrativos de concesiones y autorizaciones vinculadas a la materia, frente a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos que deben allanarse cuando se exhibe el principio del interés general. Y es en este caso el Ministerio de Industria, con su titular al frente, quien se ha erigido en representante plenipotenciario de todos los intereses que se mueven en las procelosas aguas de los llamados hidrocarburos no convencionales, una de cuyas técnicas de extracción es precisamente el fracking.

A lo largo de esta legislatura se han ido modificando leyes a la medida de las necesidades de las empresas que pretenden desembarcar en los hipotéticos yacimientos de gas de lutitas, al tiempo que el Gobierno ha venido lanzando sucesivas proclamas sobre el chollo que el fracking puede suponer para el país. No ha tenido empacho el ministro en utilizar en sus intervenciones en sede parlamentaria los datos de los folletos de propaganda que las empresas distribuyen alabando los beneficios de su actividad (datos, por cierto, que acaban siendo reiteradamente desmentidos por la realidad; claro que esto al ministro no le supone mayor problema). El tránsito está siendo realmente vergonzoso; no resulta nada edificante ver como todo un Consejo de Ministros se va plegando dócilmente a los deseos de determinados intereses privados, abdicando de su responsabilidad de velar por el interés general. Y el último episodio, fracasados todos los intentos anteriores, pasa por lanzar el señuelo de millones de euros que lloverán por doquier allí donde no se pongan inconvenientes a las empresas.

3.- El factor recursos

De nuevo la gran estafa de las subprime, nos sirve de referencia para desvelar el monumental engaño que se esconde tras el maná del fracking. Al igual que aquel negocio funcionó mientras los mercados se creyeron la mentira de que tras cada hipoteca había una garantía suficiente que la respaldaba, y que finalmente el castillo de naipes se derrumbó cuando se comprobó que con cada operación realmente avalada se empaquetaban varias hipotecas basura; en este caso nos encontramos con que por cada pozo razonablemente rentable se empaquetan decenas de concesiones que no contienen recursos «ni para llenar un mechero”. Estamos ante una variante de la nada sofisticada estafa del tocomocho: el frackingmocho.

No es la caída de los precios internacionales del petróleo la que está dando al traste con la burbuja. Lo único que hace el bajo precio del crudo es acelerar un proceso que en cualquier caso iba a terminar como las anteriores, con algunos desaprensivos forrados y con miles de afectados en la ruina

No es la caída de los precios internacionales del petróleo la que está dando al traste con la burbuja. Lo único que hace el bajo precio del crudo es acelerar un proceso que en cualquier caso iba a terminar como las anteriores, con algunos desaprensivos forrados y con miles de afectados en la ruina. Y es que Wall Street ya no es capaz de atrapar nuevos inversores ingenuos al ritmo que requiere esta gran estafa piramidal, y el intento de internacionalizar el engaño está topando con no pocos inconvenientes en la mayoría de los países a los cuales se les quiere endosar la chatarra que está repartida en miles de pozos secos en suelo americano.

4.- El factor humano

Este es más sencillo de describir. La gente está escarmentada y más que harta de que la engañen.

 

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