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La semana pasada se hicieron numerosas referencias al aniversario de la gran crisis financiera de 2008, pero casi nadie se refirió a que el origen de la quiebra de las hipotecas basura fue la subida espectacular de los precios del barril de crudo que de 20 $ en 2004 pasó a 147$ en la primavera de 2008, lo que produjo una inflación generalizada y la subida de tipos de interés que acabó en una gran depresión.

Sorprende que la energía sea la gran olvidada en estos momentos cuando antes del verano la AIE, el FMI, la ONU y hasta nuestro Banco de España alertaron de que la subida de las materias primas energéticas y la dependencia del petróleo iban a retrasar la recuperación económica y, en el caso de España, a afectar directamente a la deuda soberana. Otros acontecimientos acaecidos en los dos últimos años, como los vertidos en el Golfo de Méjico y en el Mar del Norte, Fukushima, el deshielo del Ártico o los cambios en el Magreb obligan a tener en cuenta la energía como el principal factor de cambio y de riesgo en todo el mundo.

En España este olvido adquiere mayor gravedad ya que nuestros ratios de dependencia energética no han dejado de empeorar. Si en el año 2007 nuestras importaciones de gas y petróleo constituían el 34% de nuestro déficit comercial, en el año 2010 han crecido hasta el 66% y seguirán creciendo pues se prevé que nuestra dependencia del gas argelino llegue hasta el 50%.

Esto supone entre 40.000 y 50.000 millones de euros que cada año debemos pagar a los países de donde importamos más del 90% de la energía que consumimos, incluido el uranio.

En el balance energético de 2010 se ha podido comprobar que un mayor consumo de renovables ha mejorado en tres puntos nuestra dependencia energética y ha reducido las emisiones del sector energético en un 20%. Ninguna otra fuente energética puede hacerlo porque las renovables son la única fuente autóctona. Por el contrario, en un año de crecimiento nulo la intensidad energética final ha crecido un 2,4%, y aunque se quiera justificar diciendo, como se ha dicho oficialmente, que el año 2010 ha sido anómalo y errático.

Ante este escenario solo caben dos opciones: frenar el crecimiento de las renovables y su competitividad — principal objetivo de tantas decisiones políticas al servicio de los intereses convencionales— o elegir definitivamente la opción de cambiar el modelo energético, basado hoy en los combustibles fósiles y la energía nuclear por otro basado en las renovables y la generación distribuida que impulse una nueva economía baja en carbono donde la eficiencia energética sea la oportunidad para cambiar el patrón de crecimiento económico.

En los últimos planes de ahorro y de renovables presentados por el Gobierno se puede ver que la previsión para 2020 de nuevos empleos en el sector de las renovables se acerca a los 300.000 empleos y en el sector de los servicios energéticos a 400.000 empleos directos y 1.000.00 indirectos sin coste presupuestario. Estos datos expresan la gran contradicción de la política energética:

¿Si tenemos la tasa de paro más alta de la historia, por qué se han retrasado y recortado las políticas y objetivos en el sector de la economía donde se identifica un mayor potencial de empleo?

¿Si se afirma que hemos avanzado rápidamente en ahorro de energía y en renovables, por qué se frenan sus objetivos y se mantiene la incertidumbre regulatoria?

¿Si para que crezca la economía se necesita crear empleo sin aumentar el déficit, por qué estos planes no se han aprobado antes ni han sido prioritarios?

Desde la Fundación Renovables hemos avanzado el camino hacia ese nuevo modelo energético a través de nuestras “Propuestas de Política Energética” con el convencimiento de que necesitamos, ante todo, una política a largo plazo marcada por la reducción de nuestra dependencia energética y de nuestras emisiones de CO2 mediante un cambio en la cultura del uso de la energía que convierta a los ciudadanos en el centro del sistema energético a través de una mayor transparencia y una reducción del peso de las fuentes no renovables.

En definitiva, transformar el modelo energético incorporando un valor seguro y una señal de liderazgo en el camino hacia una economía descarbonizada.

Javier García Breva

Presidente de Fundación Renovables

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