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Sin duda, no es más que una casualidad que coincidiendo con el enfrentamiento de egos entre el Ministro de Industria, Miguel Sebastián, y el Presidente del Congreso, José Bono, a costa de las corbatas como paradigma del ahorro de energía —política que en su ejecutoria ninguno de los dos ha apoyado—, apereciera un segundo borrador del Plan de Energías Renovables 2011-2020 (PER). Efectivamente, seguramente no es más que una casualidad pero constituye todo un ejemplo de la inoperancia de la política energética de este Gobierno. Este segundo borrador, fechado el 15 de julio —por cierto, filtrado a UNESA y no al sector de las renovables, lo que no deja de ser muy significativo— incorpora pocos cambios; demasiado poco trabajo para el mucho tiempo transcurrido desde el primero presentado allá por el mes de mayo, y, sobre todo, se mantiene o prolonga el enorme retraso de un plan cuya aprobación ya se anunció para diciembre de 2010.

Pero no es de extrañar tanto interés en dejar pasar el tiempo y trivializar todo lo relativo a la energía sostenible porque tampoco se han cumplido los plazos de la Ley de Economía Sostenible, en vigor desde el 6 de marzo, que establecía que en los tres meses siguientes se debería presentar una nueva Planificación Energética integral y la Ley de Eficiencia Energética y Renovables prometida desde 2008. Que nada cambie en el mundillo de la energía hasta las elecciones parece ser la clave del Ministro de Industria; por eso es tan importante el problema de las corbatas, para distraer al personal y no abordar en serio el problema que tenemos como país derrochador e ineficiente en el uso de la energía.

El segundo borrador del resumen del PER transita en esa misma línea. El objetivo principal es retrasar durante los próximos diez años el desarrollo de las renovables en España como señalamos desde la Fundación Renovables en nuestra última nota de prensa.

Por otra parte, se acaba de dar a conocer el Plan de Acción de Ahorro y Eficiencia energética 2011-2020, con medio año de retraso, que parte de la consideración de que España ya ha conseguido en 2010 los objetivos de ahorro de energía que la Unión Europea había fijado para 2016. Quizá esto explique la actitud del Sr. Bono, pero resta toda credibilidad a los planes de ahorro de energía de Sebastián, si es que alguna quedaba después de las erráticas decisiones sobre los 120 km/h a costa de las multimillonarias importaciones de petróleo. Esta insultante autocomplacencia representa mejor que cualquier otro dato la poca seriedad de la política energética del Ministerio de Industria que tiene un testigo de cargo en el ahorro de energía y las energías renovables.

Seguramente, también por esa autocomplacencia enfermiza de las autoridades de industria, se han eliminado las referencias que había en el primer texto sobre la revisión de las previsiones que habría que modificar en función de las variaciones en el precio del crudo y del gas. Es un plan que se olvida de los escenarios internacionales que son los que determinan nuestros problemas de costes y precios de la energía y de seguridad de suministro. Pero, como vamos sobrados en nuestros cumplimientos con la Unión Europea, estos argumentos los consideran prescindibles.

El retraso de la fecha en que las respectivas tecnologías renovables vayan a ser competitivas es muy revelador. Se vuelve a constatar que lo que subyace en el fondo de estas previsiones es el objetivo de retrasar el crecimiento de las renovables hasta después de 2020, de manera que en la década actual sólo se conecten los kW renovables que hoy figuran en el registro del Ministerio de Industria y ni uno más. Por eso se retrasa también la regulación que a partir de 2012 y 2013 tendrán las renovables en España.

Es una clara señal a los inversores de la política de freno y marcha atrás en la dirección que desde 2008 han marcado las grandes eléctricas y el propio Ministerio de Industria.

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