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Artículo de Javier García Breva publicado en Efe Verde

El comienzo de la conferencia sobre cambio climático de Durban ha coincidido con una nueva misión de EEUU a Marte para investigar la existencia de condiciones de vida en el planeta rojo. Dos semanas antes Rusia lanzó otra sonda espacial a las lunas de Marte, de la que se perdió contacto y acabará estrellándose en la Tierra. Parece como si las grandes potencias estuviesen más interesadas en hallar condiciones de vida extraterrestre que en conservar las de nuestro planeta o que hayan decidido buscar nuevos recursos marcianos a largo plazo para, entre tanto, esquilmar más rápidamente los de la Tierra.

El mal presagio con el que comienza la cumbre de Durban ni siquiera ha podido eliminarse con los pésimos datos que se han hecho públicos y que siguen mostrando a todo el mundo la inoperancia de las políticas contra el cambio climático. La ONU y la Organización Meteorológica Mundial han anunciado que en 2010 se alcanzaron niveles record de emisiones de CO2, que desde el año 2000 se han incrementado un 30%  y un 45% desde 1990. La Agencia Internacional de la Energía estima que de continuar esta tendencia, a partir de 2017 los impactos del cambio climático serán ya irreversibles y por cada dólar no invertido en cambiar el modelo energético, a partir de 2020 tendremos que gastarnos 4,3 dólares en combatir el calentamiento global.

El coste de no hacer nada garantiza una crisis de efectos imprevisibles para las próximas generaciones.

La causa de la pésima evolución en los esfuerzos contra el cambio climático está en seguir manteniendo un modelo energético y económico basado en el mayor consumo de gas, petróleo y carbón y en destinar a los combustibles fósiles ayudas y subvenciones por un importe casi siete veces superior a las que se destinan a las fuentes renovables. El desarrollo de las energías limpias es claramente insuficiente para alcanzar niveles significativos de reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera y la propia AIE estima que se deben multiplicar los objetivos de crecimiento de las renovables, triplicando las ayudas que reciben y eliminando las que se destinan a las fuentes fósiles.

La lucha contra el cambio climático exige políticas más agresivas para reducir el consumo de carbón, gas y petróleo. La eficiencia energética y la integración de las renovables en nuestras ciudades, nuestros edificios y en el transporte han de pasar del escaparate de la responsabilidad social corporativa a constituir derechos y obligaciones para todos.

El cambio climático se percibe de forma distorsionada en una sociedad como la española.

El CO2 tiene la cualidad de ser incoloro, inodoro e insípido y por tanto imperceptible. Convencer de su existencia es difícil y solo los elevados y peligrosos niveles de contaminación atmosférica, de anticiclón en anticiclón, le da presencia en los medios; pero desaparece con la lluvia. Los primeros impactos del cambio climático, como el deshielo del Ártico, las inundaciones en Asia, los crecientes desastres naturales o la subida del nivel de los mares se contempla como algo muy lejano en el tiempo y el espacio como para preocuparse. Aquí se prefiere, por ejemplo, seguir gastando mucho dinero todos los años en reponer la arena de las playas o los paseos marítimos antes que pensar en el impacto del cambio climático en el Mediterráneo.

Lo que nos espera si continuamos disfrutando y apoyando la economía de los combustibles fósiles son más crisis financieras y de suministro de energía. El mayor consumo de gas, petróleo y carbón hace subir sus precios al tratarse de fuentes agotables y que tenemos que importar de países extranjeros inestables. Son fuentes que generan subidas de precios generalizadas y subidas de tipos de interés.Este es el origen de todas las crisis económicas. Pero el cambio climático va a traer crisis mayores de las que hemos conocido hasta ahora debido principalmente a la subida del nivel de los océanos.

En las pasadas cumbres de Copenhague y Cancún se puso de manifiesto que aún hay una resistencia mayor al cambio que supone la lucha contra las emisiones de CO2 y es el cinismo de quien defiende lo mismo y lo contrario, quien en los discursos apoya las fuentes renovables y mayores objetivos de reducción de emisiones pero en sus países multiplican las ayudas al carbón, al gas y al petróleo, levantan barreras contra las renovables y se someten a los intereses de las fuentes fósiles. El cinismo, al negar el problema, es ya la mayor arma de destrucción masiva y el muro que hay que derribar para que la economía y la energía dejen de ser una actividad especulativa y dejen paso a la innovación que supone un crecimiento libre de emisiones contaminantes. La futura riqueza y el futuro empleo están ahí.

Pero la economía de los combustibles fósiles también es el origen de casi todos los conflictos en el mundo y la dependencia del petróleo la mayor pérdida de soberanía para cualquier país. Marte también es el dios de la guerra.

La Fundación Renovables lo ha repetido constantemente: enfrentarse al cambio climático exige enfrentarse al cambio de modelo energético. Ahora ese cambio ya no puede demorarse y si no se hace desde los Consejos de Administración o los Consejos de Ministros, deberá ser una exigencia que surja y se persiga desde la sociedad. Sí, mejor avanzamos en Durban y no pensamos en emigrar todos a Marte.

Javier García Breva

Presidente de la Fundación Renovables

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