Editorial de las Breves de julio – . En el último mes nos han llegado diversas señales desde el ámbito internacional que vienen a confirmar lo que es ya una tendencia global generalizada en Europa: la transición energética. Cada vez son más los países que manifiestan su intención de meterse de lleno en un proceso de cambio de modelo energético sin retorno y que formalizan esta voluntad a través de compromisos y medidas concretas.
Lo hemos visto en la cumbre del G-20, celebrada el Hamburgo el pasado 7 y 8 de julio, con la lucha contra el cambio climático ganando 19 a 1 y evidenciando el aislamiento de Donald Trump por su rechazo al Acuerdo del Clima. Mientras el resto de los estados miembros del club de los países industrializados y emergentes han secundado el Acuerdo de París y han confirmado su compromiso de prestar ayuda – también financiera – a los países en desarrollo para que puedan cumplir sus objetivos, EEUU ha reiterado su propósito de abandonar el pacto y ha vuelto a abanderar la defensa de los combustibles fósiles.
Este resultado unánime – a excepción de EEUU – supone, además de un éxito diplomático, un signo de la unidad de todas las potencias frente al calentamiento global (incluso de aquellas como Arabia Saudí o Rusia, a las que no se puede considerar de ninguna manera adalides de la lucha contra el cambio climático).
Lo hemos comprobado también en Francia. La administración de Emmanuel Macron manifestaba la semana pasada su intención de que Francia sea un país limpio antes del año 2050. Para ello, tomará diferentes medidas que van desde la inversión de 4.000 millones de euros para fomentar plantas de energía renovable, a la prohibición, a partir del año 2040, de los coches de gasolina y diésel y el cierre de hasta 17 reactores nucleares antes de 2025 con el fin de reducir hasta el 50 % el componente atómico en su generación de electricidad.
Y mientras tanto, el Gobierno español bloquea el avance de la legislación europea condicionándola a las interconexiones, manteniendo posiciones para el debilitamiento de las políticas europeas en renovables y, en general, dando muestras de lo poco en serio que se toma el calentamiento global. La última de ellas al crear una comisión de expertos para elaborar un informe sobre diferentes escenarios de transición energética sin contar para ello con ninguna organización ecologista. Digno de Trump. Desde España también nos llegan señales, pero de momento solo nos advierten de que en materia energética seguimos en retroceso.