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La Comisión cede a las presiones del sector eléctrico europeo y establece unos objetivos decepcionantes de renovables para 2030

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El carácter vinculante, un logro en si mismo, del objetivo del 27% de renovables para el conjunto de la UE, pero no repartido entre los Estados miembros, plantea dudas sobre su eficacia y cumplimiento

El Gobierno español debe saber que su política de destrucción del sector es incompatible con la consecución de los objetivos por poco ambiciosos que sean

 Madrid. 23 de enero de 2014.- La Fundación Renovables lamenta que la Comisión Europea, como nos temíamos, se haya contagiado del pánico escénico a la descarbonización de la economía y a las renovables que ha creado el lobby eléctrico europeo secundado por los gobiernos en este momento más retrógrados en medio ambiente como Polonia y España, o con fuertes intereses nacionales y estratégicos en energía nuclear como el Reino Unido  y Francia, presiones que han quedado plasmadas en el Libro Blanco para las políticas de Clima y  Energía presentado ayer en Bruselas.

Aún así queremos congratularnos de que el objetivo para las renovables sea finalmente vinculante (hasta esto parecía en el aire) aunque sea poco ambicioso y solo para el conjunto de la UE. La Fundación Renovables quiere manifestar que el Gobierno español no debe ver en esta “timidez” de la Comisión un respaldo a su política de destrucción del sector renovable en nuestro país, puesto que es incompatible con la consecución de los objetivos que por poco ambiciosos que nos resulten siguen siendo –y así lo reconoce la CE– fundamentales en la la política energética europea.

Está claro que la irrupción de las renovables a unos precios actualmente más competitivos que las energías fósiles, incluso sin considerar sus externalidades, está provocando la movilización de los lobbies europeos de empresas eléctricas tradicionales para defender su negocio actual, hecho que ha influido notoriamente en la Comisión. Se propone así una desaceleración en la transformación del sistema energético que, a nuestro juicio, es completamente errónea puesto que aumentará la debilidad económica de la Unión por su altísima dependencia energética exterior en un momento en el que, a nivel mundial, las energías renovables son la opción más barata en un número creciente de aplicaciones. Renunciar al ahorro energético en una Unión que compra más del 50% de su energía al exterior es sencillamente suicida y solo se entiende desde la óptica empresarial de mantener el beneficio de unas instalaciones energéticas obsoletas.

La Comisión, efectivamente, propone para 2030 unos objetivos decepcionantes (40% en reducción de emisiones y 27% de renovables en el consumo energético mientras que pospone el de eficiencia energética) que no contribuirán a la necesaria mitigación del cambio climático ni al obligado y oportuno cambio de modelo energético. Asimismo, estos objetivos poco ambiciosos no animan a la innovación en materia energética que tantos réditos ha dado a la industria energética europea y española, y pueden interpretarse como una renuncia a la Hoja de Ruta 2050 suponiendo un paso atrás sobre los logros del paquete de objetivos 20-20-20 para el horizonte 2020, que aunque igualmente poco ambiciosos eran vinculantes para los Estados miembros en reducción de emisiones y renovables mientras que los de este Libro Blanco lo son, en materia de renovables, para el conjunto de la Unión Europea lo que parece un brindis al sol pues no garantiza en absoluto su cumplimiento.

Desde la Fundación Renovables consideramos que se ha llevado a cabo un extraño malabarismo asociando los dos objetivos, de resultados y de medios, aunque disociándolos en el tipo de obligatoriedad. Aparentemente fían la consecución al mecanismo de seguimiento y de gobernanza único para los tres objetivos, mecanismo este último bastante innovador. En cualquier caso está claro que la influencia del lobby nuclear está detrás de esto ya que deja a  libre elección de los Estados miembros  el  que consigan su reducción  de Emisión de Gases de Efecto Invernadero (EGEI) con nucleares (y secuestro de carbono) en una parte muy significativa. En este sentido, lamentamos que el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, en la presentación haya llamado la atención sobre las “distorsiones” en algunos Estados miembros a la hora de conceder ayudas a las renovables.

Más ambición para el medio y largo plazo.

Los grandes cambios a realizar en los sistemas energéticos, incluido el eléctrico, exigen predictibilidad que debe concretarse en objetivos temporales en materia de reducción de EGEI para la obligada mitigación del cambio climático, de renovables y eficiencia. Para conseguirlo de forma eficaz, eficiente y sostenible reclamamos:

  • Obligación de resultados, para la ineludible descarbonización (reducción de las EGEI) y  desenergización (mucha mayor eficiencia energética) de la economía.
  • Obligación de medios, para conseguir los resultados recurriendo a fuentes y tecnologías bajas en carbono y sostenibles (generalización de energías de fuentes renovables, no de la nuclear que no es sostenible).

El paquete 20-20-20 de objetivos para 2020 (reducción del 20% de las EGEI y de la intensidad energética de la economía y un 20% mínimo de peso de las renovables en la energía primaria), aunque también poco ambicioso, ha sido clave para el progreso en renovables en muchos de los Estados miembros y para la competitividad de la industria de renovables europea.

Este Libro Blanco era la gran oportunidad para corregir la poca ambición del horizonte 2020 y ajustarlo en el 2030  a la  trayectoria de  las exigencias y compromisos para el horizonte 2050 anticipado en las Hojas de Ruta 2050 de la UE, no olvidando que el horizonte 2030 está ya a solo un tercio del fin del camino que debíamos recorrer desde 1990, año de referencia hasta 2050 y año límite para la descarbonización de la economía. Lamentablemente vamos acumulando retrasos.

El objetivo vinculante de reducción del 40% en EGEI, según la propia Hoja de Ruta 2050 de la UE, no es suficiente para alcanzar las reducciones necesarias en 2050, entre el 80% y el 95%, puesto que exigiría para 2030 un objetivo entre el 40 y el 44%  si se pretende llegar el 80%, pero que debería situarse en el 55% para 2030 si se quiere alcanzar la reducción más exigente en el horizonte 2050 (95%) y más acorde con los informes científicos y  del IPCC.

El objetivo de participación de las renovables en el mix de energía primaria del 27% no solo es poco ambicioso, como hemos señalado, sino sobre todo no es operativo al ser solo vinculante para la UE, no trasladándolo y distribuyéndolo a los Estados miembros, lo que elimina a nivel nacional un gran incentivo para las inversiones y la innovación como es la predictibilidad. Las renovables representaron ya en 2012 en la UE el 14,4% del mix y un objetivo del 27% no incentiva suficientemente la ineludible y oportuna para la UE y sobre todo para España, generalización de las renovables como única fuente energética sostenible.

Si atendemos a los escenarios analizados y las sendas emprendidas por países referentes como Dinamarca y Alemania, de los que podemos alejarnos aún mas, este objetivo debe ser coherente con una reducción de EGEI del 55% y para ser un incentivo a la inversión e innovación en renovables debería acercarse al 45%.

La incógnita de la eficiencia

Llama la atención que la Comisión no haya fijado objetivo en materia de eficiencia energética de la economía, que queda aplazada a la revisión de la Directiva prevista para este año, aplazamiento que puede obedecer al hecho de que este objetivo fue el más complicado de conseguir en el paquete 2020, pero que de lograrse optimizaría mucho los otros.

En definitiva, con esta propuesta se da un paso atrás enorme en la necesaria comunitarización de las políticas energéticas (más necesarias y oportunas que la Política Agraria Cómún (PAC), “de la PAC a las PECs, económica, energética, educativa, empleo…”) y de cambio climático y se renuncia al liderazgo de la Unión Europea a nivel global que tantos réditos económicos y políticos había dado a la Unión Europea y a sus Estados miembros.

Desde la Fundación Renovables vamos a trabajar junto a otras organizaciones para que tanto el Consejo como, sobre todo, el nuevo Parlamento Europeo estén a la altura de las circunstancias y corrijan por elevación, por su necesidad y oportunidad, los decepcionantes objetivos aprobados ayer por la Comisión Europea.

Los ciudadanos europeos se lo agradeceríamos sobre todo si con ello obligan a eliminar las barreras que, especialmente en España, se están planteando a la autogeneración y autoconsumo de energía de fuentes renovables y en particular de la fotovoltaica en los hogares, por esquemas viables e incentivados y no penalizados, como el caso español con el famoso peaje de respaldo. Este peaje de respaldo no es solo inconstitucional, como consideran incluso autonomías gobernadas por el PP que lo han recurrido como tal, sino también inmoral porque, al menos hasta ahora, el sol seguía saliendo para todos. El apoyo a la autogeneración y el autoconsumo es una de las claves para el empoderamiento de la sociedad civil que tanto necesitamos y para iniciar la ineludible democratización de la energía.

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