El pasado 15 de junio, en una excelente información en El País, Rafael Méndez escribía que el Consejo de Seguridad Nuclear había acordado ser neutral con respecto al uso de la tecnología nuclear. Sorprende tal decisión ya que el CSN, desde su creación y por su naturaleza de órgano regulador independiente, tiene como obligación no defender la energía nuclear; otra cosa es que esa norma se la han saltado numerosos consejeros cuando han querido y sin que nadie les haya advertido. Pero la decisión sorprende aún más cuando tal acuerdo se anuncia en la primera comparecencia del CSN, tres meses después del accidente de Fukhusima, y a las preguntas sobre la crisis nuclear japonesa la respuesta fue “hoy no toca”, como queriendo dar cumplimiento inmediato y ejemplar a esa decisión de neutralidad.
Una vez más se han tergiversado todos los términos y utilizando una posición oportunista y cómoda de no pronunciamiento sobre la energía nuclear para demostrar que están por encima de esas cosas y que son puros y cristalinos, en realidad lo que quieren imponer es que no se hable de Fukhusima. Y ya nadie habla de Fukhusima en los medios españoles. Y se olvidan de que nadie les ha pedido que se pronuncien sobre las centrales nucleares pero que toda la sociedad española está esperando oír sus opiniones de expertos sobre lo acaecido en Japón o en Alemania o en Lorca y sobre los criterios de seguridad nuclear en España. Y sobre eso sigue brillando la total opacidad y hermetismo característico del sector nuclear, sin darse cuenta de que lo que han creado es un serio problema de credibilidad.
Porque la primera obligación del CSN es la seguridad nuclear y se la deben a la sociedad permanentemente. La supuesta actitud de neutralidad no es sino un magnífico ejemplo de mirar para otro lado ante unos problemas que pueden ser de extrema gravedad para un país que desconoce mayoritariamente los temas energéticos y que difícilmente soportaría los impactos de un accidente nuclear.
Y para no mirar para otro lado, lo que el CSN debería comunicar cuanto antes son los nuevos estándares de seguridad y pruebas de estrés que se van a exigir a las centrales nucleares españolas para seguir operando y que, algunos de ellos, ya fueron anunciados por el propio Presidente del Gobierno. Una primera relación de criterios de seguridad que deberían revisarse o establecerse como consecuencia de las lecciones de Fukhusima sería la siguiente:
- Condiciones de suministro eléctrico exterior ante situaciones imprevistas.
- Sistemas de refrigeración ante fenómenos atmosféricos y climáticos.
- Envejecimiento de materiales.
- Reducción de inversiones en seguridad y plantillas.
- La seguridad en la gestión de recargas.
- Cumplimiento de duplicidades de plantilla en los responsables de las centrales.
- Criterios de seguridad para las subcontratas.
- Exámenes de cultura de seguridad.
- Riesgo sísmico.
- Riesgo por los efectos del cambio climático en el litoral del Mediterráneo.
- Seguridad externa e interna ante ataques cibernéticos.
- Estado y situación de los simuladores de las salas de control.
- Estado y situación de los duplicados de salas de control.
- Gestión de residuos y capacidad de las piscinas de los reactores.
- Gestión y seriedad de los simulacros externos e internos.
- Cumplimiento de las infraestructuras establecidas en los planes de emergencia.
Carecer de información sobre los nuevos criterios de seguridad después de casi cuatro meses después de las explosiones de Fukhusima y de cómo se piensan aplicar no es precisamente un ejemplo de neutralidad porque en seguridad nuclear la neutralidad solo puede entenderse como una gravísima falta de responsabilidad ante toda la sociedad.
Finalmente, desde el ámbito de la regulación no deja de sorprender la distinta vara de medir que se aplica a problemas tan graves como los de seguridad nuclear si lo comparamos con las exigencias de todo tipo y el rigor con el que se aplican las barreras a las tecnologías energéticas mucho más limpias y seguras como las renovables. Y aunque pueda parece una conclusión exagerada, se puede contrastar muy fácilmente.
Si se aplicase el mismo rigor en los estándares de seguridad nuclear que el aplicado a las tecnologías renovables, muchas centrales nucleares deberían cerrar por razones de seguridad y razones económicas.