Si algo ha quedado claro en los largos meses de espera para alumbrar la reforma energética es la opacidad con la que se ha gestionado. El Ministerio de Industria no ha sido tradicionalmente un paradigma de transparencia, pero el tándem Soria-Nadal se ha dedicado a mirar exclusivamente hacia dentro, ignorando lo que el resto del mundo necesita que ellos hagan.
Es evidente que el sistema eléctrico español es insostenible y que necesita una revisión integral. Pero todo el discurso que sustenta la reforma se ha basado en un error de diagnóstico desde la base. Se ha utilizado el déficit de tarifa (creado por ellos mismos) como tapadera para esconder una agenda política dirigida a borrar del mapa a las energías renovables y restaurar el viejo orden establecido por unas tecnologías fósiles y nucleares dominadas por las compañías eléctricas de siempre.
Sin embargo, las razones de fondo por las que la organización y funcionamiento de todo el sistema energético deben ser revisadas de arriba a abajo han sido ignoradas por completo. Y en muy pocas semanas se han conocido informes de instituciones de la máxima relevancia que aportan luz sobre lo que realmente se necesita reformar.
El más reciente de ellos lo ha publicado el Banco Mundial. Su informe “Bajemos la temperatura: Fenómenos climáticos extremos, impactos regionales y capacidad de adaptación” recuerda que, si no hacemos nada por evitarlo, la subida de la temperatura media mundial sobrepasará la barrera de 2 ºC en 20-30 años, y antes de fin de siglo habrá subido más de 4 ºC con una probabilidad del 40%.“Si la temperatura sube de 2 ºC a 4 ºC, las múltiples amenazas sobre crecientes olas extremas de calor, aumento del nivel del mar, tormentas más severas, sequías e inundaciones podrían tener serias consecuencias para los más pobres y vulnerables”. El estudio señala, sin embargo, que muchas de estas consecuencias podrían evitarse manteniendo el calentamiento por debajo de los 2 ºC.
Del informe se deduce la contradictoria situación de la economía dependiente de los combustibles fósiles: se queman en nombre del desarrollo y la prosperidad, pero lo que producen es lo contrario, cambio climático. Lo que no dice el Banco Mundial es que este organismo es también parte del problema y si quiere contribuir a la solución debe transferir su financiación de los combustibles fósiles (a los que aún dedica casi la mitad de sus fondos energéticos) a las renovables y la eficiencia energética, que es lo que permitirá evitar la pobreza y el cambio climático catastrófico. Un cambio al que habrá que adaptarse, pero el coste de la adaptación puede ser inasumible si no se invierte ahora masivamente en la prevención.
Y mientras el Banco Mundial advierte de las negativas consecuencias económicas de seguir quemando combustibles fósiles como hasta ahora, la Agencia Internacional de la Energía, en otro reciente informe, ”Redibujando el mapa clima-energía”, analiza las probabilidades de evitar cruzar la barrera de los 2ºC.
La Agencia parte de la constatación de que las emisiones mundiales son más altas que nunca: crecieron un 1,4% el año pasado, lo que nos encamina a un calentamiento de hasta 5,3 ºC. Pero, cuando podría parecer que ya no hay margen para reaccionar, este informe señala que aún estamos a tiempo de evitar el camino que nos lleva a los 2 ºC de calentamiento, y propone cuatro medidas de corto plazo para lograrlo, que no tendrían coste económico neto:
- Eficiencia energética en edificios, aparatos, industria y transporte, que nos darían la mitad de la reducción de emisiones necesaria hasta 2020.
- Limitar el uso de carbón y la construcción de centrales térmicas de carbón.
- Minimizar las emisiones de metano en las instalaciones de petróleo y gas.
- Eliminación de subvenciones a los combustibles fósiles.
Aunque la Agencia se fija más en las subvenciones al consumo de combustibles fósiles que en las subvenciones a la producción, que son las dominantes en los países ricos, lo cierto es que ninguna de estas medidas, que sepamos, forma parte de la reforma energética española, mientras que las propuestas que la Fundación Renovables ha puesto encima de la mesa sí que van en esta misma dirección.
El énfasis de la Agencia está en el aspecto económico: estamos a tiempo de evitar un cambio climático peligroso y lo podemos lograr sin penalizar la economía; de hecho, retrasar esas medidas podría aumentar los costes a partir de 2020 en 5.000 millones de dólares, más del triple de lo que costaría ponerlas en marcha antes de esa fecha.
Pero lo más importante de ese informe es la confirmación de que la cantidad de combustibles fósiles que podemos consumir para no calentar el planeta 2 ºC es de apenas la tercera parte de las reservas probadas actuales. En ese contexto, queda fuera de toda duda el sinsentido de aumentar unas reservas que jamás se podrán utilizar, sea el petróleo del Ártico, el de aguas profundas de Canarias o el gas pizarra para el fracking. Y queda en evidencia una política energética como la española, que incentiva que el carbón y el gas se quemen incluso en contra de la lógica económica del mercado, mientras se sacrifica la inversión realizada en industria renovable que es la que nos permitiría salir del atolladero.
Por último, el informe de la Agencia advierte de la vulnerabilidad del propio sistema energético a los impactos del cambio climático. Sequías, huracanes y aumento del nivel del mar pueden amenazar el suministro de gas y petróleo y el funcionamiento de instalaciones de generación eléctrica convencional, provocando interrupciones de suministro y nuevas crisis de precios. Todos esos riesgos serán más elevados, costosos y probables cuanto mayor sea el nivel de cambio climático.
Podemos concluir que el menaje es que SÍ SE PUEDE, y los hechos lo refrendan. Así lo refleja el último informe de REN21 sobre el “estado mundial de las renovables 2013” y el del Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas sobre “tendencias mundiales en las inversiones en energías renovables 2013”. Los datos muestran que 2012 volvió a ser un año récord para las renovables, con 115 GW nuevos instalados en el mundo y 244.000 millones de dólares invertidos. Las renovables crecieron un 8,5% en 2012 respecto al año anterior y la potencia instalada mundial asciende a 1.470 GW. Y las que empujan más fuerte son las tecnologías eólicas y solares, con un 65% del total instalado en 2012. La potencia fotovoltaica superó el listón de los 100 GW, lo que la convierte en la tercera renovable del mundo en potencia instalada, tras la hidráulica y la eólica.
El 60% del mercado renovable mundial está en China y Europa. Dentro de la Unión Europea, las renovables aportaron casi el 70% de la potencia eléctrica instalada en 2012, sobre todo fotovoltaica y eólica. Destaca el caso de Alemania, que invirtió 20.000 millones de euros en renovables, con un crecimiento espectacular de la fotovoltaica, gracias a la no menos impresionante caída de precios de esta tecnología. Pero también se batieron los registros de instalación renovable en EE.UU., Oriente Medio, África y Japón.
En todos los casos, la acción de los gobiernos ha sido y es decisiva para impulsar y orientar esas inversiones. Y desgraciadamente, también lo es para lo contrario, como podemos comprobar con el desmantelamiento premeditado de la industria renovable en España. Si bien es cierto que sí que se puede transformar el sistema energético, es igualmente cierto que cuando no se hace es porque no se quiere.
¿Y quién no quiere? El informe que ha publicado Greenpeace sobre “Iberdrola: empresa enemiga de las renovables” lo explica sin tapujos. En una recopilación de datos y afirmaciones publicados por la propia empresa, el informe explica los motivos de la flagrante contradicción entre la campaña de ataque sistemático a las energías renovables y la imagen verde que Iberdrola proyecta en su publicidad que, hoy por hoy, ha quedado reducida al verde del césped del campo de fútbol: el verdadero negocio de Iberdrola, tanto dentro como fuera de España, no está en las energías renovables, con las que entre 2005 y 2012 produjo apenas el 15% de su electricidad, sino en las tecnologías convencionales (gas y nuclear, principalmente, pero también carbón). Sin dejar de ser la eléctrica con más beneficios entre sus pares europeas, la compañía de Sánchez Galán utiliza su poder para influir en políticos (a los que, siguiendo una práctica común entre las eléctricas españolas, luego premia con cargos bien remunerados) con el objetivo de que las normativas que aprueba el Gobierno sean favorables a sus intereses.
La democratización de la energía que reclama la Fundación Renovables implica abrir las decisiones en materia energética a la participación de la sociedad, sacándolas de los oscuros rincones en que actualmente se cocinan, para construir un nuevo modelo energético que sirva a los intereses de todos y que nos permita conservar el único planeta habitable que conocemos. Naturalmente que se puede, pero hay que querer.
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