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El pasado 10 de mayo fui invitado por la formación política EQUO a intervenir en el 18º Congreso del Partido de los Verdes Europeos, celebrado en Madrid, para explicar la política energética española y el futuro de las renovables y la eficiencia energética. La Copresidenta de los Verdes en el Parlamento Europeo, Rebecca Harms, me pidió que planteara soluciones. Desde la Fundación Renovables hemos desarrollado una hoja de ruta para avanzar hacia otro modelo energético, pero realizar esa transición exige un marco político con voluntad de llevarla a cabo, por eso mi respuesta fue que la solución solo puede ser política.

En España la recesión es económica y también política. El retroceso de la economía va en paralelo al de la política y las instituciones. La gestión de la crisis se basa en un gigantesco fraude que considera que los recortes llevarán al crecimiento y a la creación de empleo. Un error en la hoja de cálculo de dos economistas de Harvard ha puesto de manifiesto todo el papanatismo que encierra la economía de Bruselas y la gestión de sus dirigentes y de los nuestros. Pero detrás de ese engaño se encuentra la situación ruinosa del sistema financiero. La austeridad es la única receta aplicada para sostener la ruina no declarada de las entidades financieras, pero a más austeridad más recesión y más deterioro financiero. Después de tantos ajustes la deuda pública creció 15 puntos en 2012, el gasto público está 6 puntos por debajo de la media de la UE y los ingresos públicos son 10 puntos inferiores. Esa distancia es un abismo que representa un monumental fracaso y estremece pensar que todavía se insiste en redoblar ese fracaso cuando el Gobierno ha dado por perdidos este año y los dos próximos al no contemplar un cambio de ciclo hasta 2016.

Ajeno a la realidad, el Ministro de Economía manifiesta que la “economía española es fuerte y sana”. De los seis millones de parados, tres millones ya no cobran subsidios, la emigración ha recuperado el ritmo de hace cuarenta años, la economía sumergida alcanza el 20% del PIB y en 2013 se ha superado el record de quiebras de empresas. Así se reduce el gasto público; mientras, lo que todos los ciudadanos hemos pagado para sanear los bancos y cajas supera los 200.000 M€ y lo que queda. La desindustrialización de nuestro país ha sido tal que ahora carecemos de base para un modelo de crecimiento diferente y el ajuste producido desde 2010 ha conseguido convertir a España en el país con mayor nivel de desigualdad y exclusión social de toda Europa a base de que el 99% se empobrezca para que el 1% sea cada vez más rico.

La situación política se puede definir por la anomía de los partidos políticos gobernantes que han prescindido de normas y valores comunes que todos nos dimos al crear el actual marco constitucional y democrático. Solo así se explica la imposibilidad de consensos y la indiferencia con que se contempla la ruptura de la cohesión social a base de medidas injustas y abusivas que se han ido acumulando en las últimas décadas o el abandono del principio de igualdad y equidad en muchas normas y proyectos. Es la política inútil.

La pérdida de cohesión social tiene su reflejo en la pérdida de confianza que indican las encuestas con una abstención superior al 40%, un euroescepticismo cercano al 80% y la consideración de la corrupción y los políticos como principales problemas. Que la corrupción, los desahucios o las preferentes dependan de la movilización social y de las soluciones que den los jueces ante la ineficacia de la política o que ante una tasa de paro del 27% y del 57% de paro juvenil no haya iniciativas de reactivación económica significa que los valores democráticos se han supeditado a una política endogámica que ha perdido el contacto con la sociedad.

En lo que llevamos de 2013 las renovables han constituido más del 50% de toda la generación de energía y ese hecho ha bajado el precio en el mercado mayorista, pero se impide que ese beneficio se traslade a los consumidores. Como el método de conformación de los precios de la energía se referencia sobre el de las energías más caras, como el gas y el carbón, se está proponiendo una reforma que discrimine y saque a las renovables del mercado para que el precio de los combustibles fósiles no se hunda. Si el gas, el carbón y la nuclear son deficitarios porque son fuentes subvencionadas, importadas y con costes de seguridad y emisiones de CO2 no internalizados, lo racional sería dejar de consumir esas fuentes y sustituirlas por las renovables que entran a coste cero en el sistema y son un recurso autóctono e ilimitado. Pero se impide a toda costa que el consumidor pueda elegir y se alienta un sistema con una dependencia energética y un incremento de emisiones de CO2 insostenibles. La eliminación de la competencia esconde la connivencia del sistema político con la concentración del poder económico.

La energía debe vincularse a la creación de nuevas especializaciones productivas, al impulso de la industria nacional, a la creación de empleo y a una nueva cultura de ahorro y democratización del uso de la energía que sitúe al consumidor en el centro del sistema. Conseguirlo requerirá una reacción social que ya está en marcha y una articulación política.

El déficit democrático ha acabado expresándose en las calles de todas nuestras ciudades. Y en la misma medida que ha crecido la pérdida de los consensos políticos se ha forjado un nuevo consenso social cada día más amplio que expresa su indignación ante el abandono de los principios de igualdad, solidaridad y participación democrática que creíamos defendidos por las instituciones y ante el desprecio por el mínimo derecho de cualquier ciudadano a ser escuchado. La crisis es una oportunidad para cambiar el modelo de economía y para cambiar la política; pero no se superará la crisis económica si no se cambia a la vez el modelo energético y no se cambiará la política si no se establece otra forma más democrática de hacer política. Ese nuevo consenso social también necesita su articulación política.

Otra forma de hacer política pasa por hacer un diagnóstico de la realidad que no manipule ni falsee la insoportable desigualdad que ha creado la gestión de la crisis. Para eso los partidos políticos deben abandonar su endogamia y su despotismo ilustrado y basarse en estar más en la sociedad y en la cooperación como forma de actuar. El poder no se legitima por la cooptación o la captura de las instituciones sino por la democracia como método para construir una cohesión social que inspire confianza. Se trata de sustituir el inmovilismo y la autocomplacencia por la ética de la transformación.

Otra forma de hacer política tiene que partir de las convicciones: creerse lo que se dice y ser capaz de defenderlo; de la coherencia: hacer siempre lo que se dice y decir siempre lo que se piensa; y de una visión estratégica de lo que quieres para tu país. El problema de la política española es que lleva muchos años obsesionada en políticas de corto plazo cuando lo que se necesita es pensar en un país de largo plazo.

Javier García Breva
Presidente de la Fundación Renovables

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