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Comienza la carrera por el abandono nuclear

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Y esto no ha hecho nada más que empezar:

Alemania decide cerrar sus nucleares. Es el preaviso para la decisión parecida que en pocos meses tomará también el Gobierno de Japón. Algo se mueve en el mundo de la energía encaminado a sustituir las fuentes convencionales por las renovables. No es un problema de costes sino de que por una vez la Política se imponga a la economía, de que por una vez la visión estratégica, a largo plazo y solidaria con las futuras generaciones se imponga a la visión economicista de la energía que defiende la nuclear como la base del futuro, un futuro con una tecnología que no ha avanzado nada en los últimos cincuenta años y que solo madura a base de los desastres que provoca.

Si en los últimos diez años en la UE la nuclear ha perdido más de 7.500 MW de potencia instalada, el retroceso a partir de ahora va a ser en picado.

La decisión alemana deja en entredicho el debate de estos días sobre los nuevos estándares de seguridad para las nucleares en Europa. Esos nuevos estándares significan que el diseño de los reactores no ha contemplado nunca determinados riesgos que ahora se deben contemplar. Magnífica noticia, pero magnífico engaño y demostración de que la cultura de seguridad de nuestras nucleares está en entredicho y nada de eso se ha explicado nunca al conjunto de la sociedad.

El regateo de las últimas semanas sobre los nuevos criterios de seguridad significa también que si los gobiernos fueran exigentes con los propietarios de las nucleares de la misma manera que lo han sido en sus reacciones a lo sucedido en Fukushima deberían cerrar todas las centrales nucleares, porque lo que ha pasado en Japón se puede reproducir en cualquier emplazamiento nuclear, incluida la ocultación de información.

La decisión alemana es un ejemplo a seguir para acelerar la maduración de las tecnologías renovables en Europa y para que los europeos recuperen el liderazgo perdido en las tecnologías limpias que van a dominar el mundo en este siglo.

Por el contrario, en España ya no se habla de Fukushima y sí de frenar en seco a las renovables y también se ha dicho que el gas va a sustituir la decadencia nuclear. Se sigue sin querer hablar del modelo energético que queremos.

Tampoco se quiere hablar del riesgo grave de una crisis provocada por el CO2 en esta misma década. El cortoplacismo energético se sigue imponiendo a los intereses generales por los economistas macro que dirigen nuestro país mirando sólo el valor de las acciones en la bosa.

La economía vudú aplicada a la energía puede ser desastrosa en un país que importa la mayor parte de la energía que consume.

La única tecnología propia, autóctona, ilimitada, segura y gratuita de que disponemos son las renovables. Su éxito en España ahora solo depende de que aquí también por una vez la Política con mayúsculas se imponga a la economía; pero me temo que habrá que reinventarla o regenerarla desde la propia sociedad civil.

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